Carmen Fabre



Espejo, espejito...

       Después de acicalarse con sumo cuidado, resaltando los puntos fuertes de su cara al máximo, se dirigió a la cómoda y cogió el espejo acercándoselo al rostro.
       — Espejo, espejito…dime: ¿Quién es la más hermosa de la comarca? ¿Hay alguien más bella que yo? ¡Contesta! — inquirió con impaciencia.
       Pasaron unos instantes en los que el azogue del espejo se desplazaba formando círculos y ondas en todas direcciones. Por fin se escuchó:
       — ¿Qué? ¿Quién me habla? No te veo ¿Dónde estás? ¿Es una broma?
       — ¡Otro que no funciona! ¡Maldita sea! ¡Estoy harta¡
       Y la Condesa Carmilla estrelló contra el suelo del Castillo de Holls al enésimo espejo mágico regalo de su amiga la Reina Grimhilde.




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Conmiseración

       La vecina del bajo C siempre me criticaba por no tener trabajo; decía que era un inútil, un mantenido por la madre, como tantos, un vago. Su cara de desprecio y conmiseración era la tónica habitual cuando nos cruzábamos en el portal o la escalera.
       Pero hoy se va a enterar. He conseguido un trabajo, un buen trabajo, y va a tener la suerte de comprobarlo la primera.
       Ser un sicario tiene sus ventajas.